Los Andes: Tierra de nadie

Texto por Haitman Rivas

De la forma más inesperada, como sucede con muchos contrastes de la vida, recibí una invitación después de haber corrido una súper pista y carrera de enduro en el Desierto de los Leones, festejando el reto de haber terminado en tiempo razonable todo el circuito y cada una de las etapas. 

Tenía varios meses que no veía a quién me había invitado, debido a una lesión que sufrió en Chile en una competencia de enduro (Andes Pacífico). La última ocasión que nos vimos descendimos del Nevado de Toluca dos días seguidos rompiendo algunos récords personales y, honestamente, fue una muy buena experiencia y un super ride.

Un par de mezcales después ya no se dijo nada sobre el viaje, lo único que se habló al respecto fue: “Haitman, ¿quieres ir a Perú y unirte con nosotros a una expedición al Nevado Ausangate a 6,700 metros de altitud? Hace frío en extremo, y estaremos a más de 5,000 msnm. Requisitos: no bajar la cámara y documentar cada aspecto del viaje, ya que solo unos cuantos han rodado por esos terrenos”. 

Obviamente respondí que sí, no puedes negarte a ese tipo de invitaciones, se trataba de una experiencia real de aventura e inmersión total al ciclismo de montaña, cómo le diría que no
a la oportunidad de amanecer y dormir con mi bici recorriendo tremendos paisajes blancos enormes con verdes, amarillos y azules inmensos que te atrapan, rodeado de amigos y excelentes riders en nuestro hábitat natural: la montaña, tan grande, imponente y seductora como es… Quedaba poco tiempo para la fecha de viaje y seguía con poca información, lo único que sabía era que haría mucho frío a una gran altitud. 

No tuve mucho tiempo para pensar en esos detalles, me confié un poco en lo que podrían decirnos los guías de Perú con quienes ya teníamos contacto, pero tampoco aportaron mucho. De última hora decidí viajar como casi siempre, muy ligero y con poca ropa, dándole más importancia al equipo de la bici y fotografía, lo cual lamenté más adelante, ya que el frío era extremo en realidad. 

LA AVENTURA 

Llegó el día del viaje y todo seguía como comenzó, nos encontramos en Ciudad de México, Mau de Ávila, Gerry Flores, Gerry Fernández y yo, lo que para mí sería una excelente selección de personas para este viaje, por un lado mental y físicamente capaces de este tipo de retos y más y, por otro, como riders y filmakers los considero grandes profesionales. Más adelante nos encontraríamos en Lima con Rich (quien nos había invitado), otro gran elemento con larga experiencia en todo tipo de expediciones, y quien estaba muy emocionado por la experiencia. 

Simplemente me entregué a esas tierras, alpacas y llamas enormes, peludas y fuertes de todos colores. El objetivo incluía también hacer las mejores fotos y tomas posibles, ya que este sería un experimento en donde nos pondríamos a prueba para lo que resultaría un probable tour que estaría ofreciendo esta empresa a nivel nacional e internacional. No sonaba mal y de hecho, por lo que logré investigar sobre el lugar, seríamos de los primeros en rodar muchas de las veredas que estábamos por conocer en esa cordillera de glaciares blancos interminables.

Descenso en los Andes

Pasamos el día en Calca, una de las urbes principales del Valle Sagrado, y en lo que es el cuartel general de los guías, donde tienen todo para recibir a ciclistas de muchas partes del mundo. Planeamos el viaje hacia los glaciares y ya que nos tomaría varios días acampando en distintos sitios, tendríamos que organizar todo para que el grupo de gente, el cual rebasaba las ocho personas, fuera capaz de asumir el reto.

La travesía de Calca a las faldas del Nevado Ausangate simplemente es algo mágico y en ocasiones irreal, nada a lo que estés acostumbrado se parece a esos paisajes y montañas camino al área de glaciares. Llegamos a la casa de Florencio, un campesino que es dueño por cuarta generación de lo que es un ranchito de tres pequeñas casas de piedras puestas una sobre la otra con muchos huecos de aire entre ellas y techos de paja en una gran extensión de tierra. 

Estábamos en el último punto adonde puede llegar un coche, a horas y kilómetros de distancia de un poblado que cuente con los servicios más básicos como medicinas, comida, etc. En ese momento nos dimos cuenta de que nos encontrábamos realmente lejos y en un ambiente muy hostil, el sol se ocultó a las 5:30 de la tarde y en 10 minutos ya era de noche. 

La noche es tan hermosa como una flor venenosa, te envuelve con su peligrosa belleza. Se siente la energía de la tierra y de nuestro planeta palpitando y dejándonos pasar en la actitud más humilde posible, ahí no hay margen de error, el éxito o el fracaso dependen en gran parte de la manera personal de enfrentar ese reto, ahí te desafías y conoces a ti mismo, exploras tus límites y, quizá, si pones atención te haces mejor persona. 

PAISAJES LUNARES

Era un contraste de paisaje increíble, por un lado el desierto, una vista totalmente extra- terrestre, insólito, al cual con solo mirarlo puedes ver la historia de nuestro planeta, así como lo que podría ser un futuro próximo. Esta fantástica roca gigante que flota en el espacio, nuestro hogar, aquí estamos, en uno de los puntos más altos y solitarios del planeta, con tanto cansancio y esfuerzo logramos llegar a una cima en donde la vista es increíble y muy difícil de describir con palabras. 

Los lagos congelados en el glaciar blanco y el desierto rojo en el que estábamos parados, creaban una sensación de libertad increíble, ahora estábamos frente a esos paisajes mágicos, en compañía de estas personas que agradezco haber conocido, cientos de llamas y alpacas, todos los demás elementos como el clima, la altura, el aire, los olores y colores, hicieron de todo esto una experiencia única y llena de energía humana vital. 

Los Andes de noche
Los Andes de noche

La luz y la hora no nos permitieron documentar el descenso al campamento base, lamentablemente el ascenso nos tomó mucho tiempo y energía, y estábamos ya retrasados considerablemente con la noche a punto de caer. Andábamos muy lejos, no llevábamos equipo para frío de alta montaña ni alimentos, por lo que debíamos bajar de inmediato, directo y sin errores al campamento. Nos dispusimos a descender de un solo golpe y disfrutar de esa cuesta tan única, llena de líneas creativas con brincos y drops por todos lados, curvas perfectas. Todos, extremadamente cansados y hambrientos pero felices, usamos nuestras últimas energías para bajar con todo el estilo y la diversión posibles, en el campamento nos esperaba una sencilla y humilde cena que sería un manjar para nuestros paladares.

Así continuamos durante los días siguientes, acampando en lugares únicos, bajo los mejores cielos que he visto en mi vida. Empujamos y cargamos las bicicletas hasta zonas inigualables, en donde solo unos cuantos habían rodado o quizá nadie había llegado en bici. Bajadas llenas de curvas deliciosas, drifteando cada una de ellas sin dejar pasar alguna oportunidad de deslizar la bike en esa arena suelta con tanto agarre, tomando todos los brincos posibles, surfeamos las inmensas montañas por donde queríamos y nos fuera permitido. 

Pachamama nos recibió de la mejor manera, esas escaladas con todo el equipo y las bicis fueron épicas y cada uno de los miembros del equipo ofrendó su pasión y entrega a nuestra madre tierra. Cabe mencionar que en todo el viaje, las bicicletas se portaron de maravilla y no dieron problema. 

VALIÓ LA PENA

Estoy seguro de que el sacrificio que tomó el llegar a cada cima, el exigente y demandante trabajo de documentar cada aspecto y el ride en general, nos exigió lo mejor de cada quien y, de manera muy personal, todos tuvimos nuestros demonios que sin duda vencimos allá arriba. 

No existen palabras para describir una aventura como ésta, llena de momentos intensos cada minuto, valorando la vida ya la gente que te rodea en tu mundo rutinario, en contraste con la cotidianidad en ese lugar en donde el dinero simplemente es un concepto ridículo. Aquí lo importante es sobrevivir día con día y eso incluye ser tolerante, saber convivir, colaborar y compartir con los demás. 

Los Andes y la ruta
Los Andes y la ruta

El último día, Florencio y su familia mataron una alpaca para despedirnos y la cocinaron de la forma tradicional, fue el primer día en muchos que comimos carne y en buena cantidad. La melancolía se dejó sentir, y aunque había deseos de estar más cómodos, realmente disfrutábamos de esa experiencia, de vivir cada momento como si fuera el último, de saborear la poca comida que tuviéramos y de vivir al día haciendo lo que amamos. 

Muertos de frío pero felices por los resultados, viajamos en la noche de regreso al pueblo de Calca, en el Valle Sagrado Inca, ahí nos esperaban un par de días de las mejores y más fluidas veredas de Perú, mucha quinoa y desayunos al estilo peruano, sin embargo, bañarnos no había sido posible. No te pierdas la oportunidad de vivir todo esto y conectarte verdadera y profundamente con todo tu ser al máximo disfrute y reto. Atrévete a surfear por las montañas y sentir la libertad del Perú; Rich, Mau y todo su equipo, riders y atletas de toda una vida, saben cómo llevarlo exquisitamente para que fluya. 

Es prematuro anunciar que en diciembre se extenderá una invitación por parte de Bici y Montaña, para los que deseen vivir esta experiencia y unirse a esta expedición de Mountain Bike de clase mundial. Manténganse pendientes del cortometraje por parte de Gerry Flores, Bici y Montaña. 

Más adelante, me di cuenta de que fuimos un experimento para saber cómo diseñar el tour perfecto para amantes de la montaña y de la desconexión de la sociedad en toda la extensión de la palabra. 

Escalar con tu bici en busca de las mejores veredas y líneas de los Andes peruanos para descenderlas, surfeándolas con ritmo, sabor y arte, al paso que el viento te roza la cara y miras

paisajes extremos, gigantescos, imponentes, por los que te mueves libremente entre llamas y alpacas, verdes y azules, campesinos con sus trajes típicos, construcciones autóctonas, libertad y humanidad. ¡Ser y estar!.

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