Del niño de la bici robada a pentacampeón del Tour de Francia

 

Con estilo sobrio, impecable en la montaña, seguro en el llano y fuerte en las etapas contrarreloj son algunas de las cualidades que describen mejor a la leyenda del ciclismo mundial: Miguel Indurain, nombrado cariñosamente como “Miguelón” por la afición española que lo vio crecer e imponer récords hasta la fecha imbatibles.

Nuestro personaje se subió por primera vez a una bicicleta en su ciudad natal, Villava Navarra, España,  mientras trabajaba con su padre en el campo. Curiosamente fue en este lugar donde le robaron su primera bicicleta y donde ganó por primera vez una competencia cuando tenía apenas 11 años, llevándose a casa el premio de primer lugar que consistía en un bocadillo y un refresco. Un premio diametralmente opuesto a los que ganó años después.

Miguel se convirtió en un auténtico mito vivo del deporte mundial, maravilló a propios y extraños durante la primera mitad de los años 90 a los aficionados al ciclismo de todo el mundo con sus cinco victorias consecutivas en el Tour de Francia, circuito que dominó en cada una de las etapas de forma abrumadora sin distinción en las competencias que participó.

Actualmente reposa en la historia como el ciclista que ha logrado dos dobletes consecutivos: Giro y Tour (1992); aunado a las victorias conseguidas en su país al convertirse en el primer y único español que ha ganado la París-Niza (1989) y el Criterium Internacional. A su sorprendente cuadro de victorias añadió muchas otras carreras y vueltas importantes como Dauphine (1995) o Volta a Catalunya (1988, 1991 y 1992), pero tres de los que brillan de manera especial, además de su pentacampeonato en el Tour de Francia, es el récord de la hora en 1994 (53Km), el oro en los Juegos Olímpicos de Atlanta (1996) y el maillot arcoíris en la contrarreloj del Mundial de 1995.

Como todo ciclista, Miguelón tenía debilidades y aunque es difícil encontrarlos entre tantos palmares, hoy sabemos los problemas de salud que lo llevaron a abandonar su debut en el Tour de Francia en 1985, y los problemas respiratorios por su alergia al polen y al polvo que se convirtieron en dificultades mayúsculas con las que tuvo que lidiar hasta su retiro en 1997. 

A casi dos décadas de distancia, ya en el retiro sigue siendo un estandarte de ciclismo mundial.