¡Curvea como rayo!

 

 

  1.  Mira al frente, no al metro inmediato por el que vas a pasar. Para hacer un cálculo óptimo de la velocidad de paso por una curva, tu cerebro necesita tiempo e información global del estado del asfalto, el ángulo de la curva y el momento de comenzar a pedalear. Mira la curva en su totalidad y cuando estés dentro, sigue mirando la salida de la curva para lanzarte a pedalear cuanto antes.
  2.  Acaricia los frenos, pero no los claves. Si te da miedo la curva sin tocar los frenos, acciona los frenos hasta que las zapatas o gomas de freno empiecen a rozar el rin. De esta manera apenas detienes la bici y te dará mucha confianza saber que puedes frenar en cualquier momento. La proporción de fuerza a aplicar en la frenada a mitad de una curva varía en función de la inclinación, donde el freno trasero gana protagonismo cuanto más inclinación traigamos.
  3.  Confía en tus llantas, agarran más de lo que crees, pero para que puedan trabajar bien tienen que llevar el mismo peso. Para ello baja el tronco, así el peso predominante de la rueda trasera se repartirá con la delantera, con lo que bici estará mejor pegada al asfalto. Reparte bien tu peso entre tus piernas y brazos, poniendo la mayor parte sobre tus piernas, deja que tus brazos lleven el manubrio.
  4.  Comprime la bici dejando el pedal opuesto al interior de la curva para descargar todo tu peso sobre las llantas, así morderán bien el asfalto. No empieces a pedalear hasta que la curva llegue a su fin o el pedal del interior puede tocar con el suelo.
  5.  Baja los codos para que actúen de amortiguadores. Los brazos flexionados y relajados absorben las irregularidades que pueda tener el asfalto y estabilizan la trazada. 
  6.  Acompaña la bici con el cuerpo, no tengas miedo de descolgarte ligeramente por el lado de la bici. De esta forma dispersas el vector de inercia de la línea de las llantas y puedes ir con más inclinación y rapidez, además de que podrás entrar más cerrado.