6 beneficios que te da una buena noche de sueño

1. Mejora tu rendimiento. Diversos estudios científicos han demostrado que aumentar el tiempo de sueño del deportista aporta mejoras de rendimiento, una reducción de la fatiga, mayor concentración y un mejor estado de ánimo. El descanso es parte fundamental del entrenamiento de cualquier ciclista, y como tal debes programarlo.

2. Previene lesiones. Un buen descanso nocturno ayuda al ciclista a regenerar los músculos y tejidos castigados tras un exigente entrenamiento, lo que previene posibles lesiones -sobre todo musculares- en los siguientes esfuerzos que hagamos sobre la bici.

3. Refuerza el sistema inmunológico. Un sueño reparador regula la liberación de cortisol (hidrocortisona), hormona que controla nuestro nivel de estrés, y aumenta la actividad del sistema inmunológico, reforzando nuestras defensas ante posibles enfermedades.

4. Estabiliza nuestro reloj biológico. Los especialistas en sueño consideran vital tener un hábito de descanso nocturno; esto es, tener un horario regular a la hora de acostarse y levantarse. Cada persona tiene un reloj biológico que funcionará mejor o peor (obteniendo mayor o menor nivel de energía) en función de estos hábitos de descanso.

5. Controla el peso corporal. La ciencia ha demostrado que las personas con escasez de sueño ven alterados los niveles de distintas hormonas relacionadas con el apetito. En concreto, aumenta los niveles de la hormona grelina –asociada con la sensación de hambre- mientras que disminuye los de leptina, antagonista de aquella y encargada de suprimir el apetito, ya que es la que comunica a nuestro cerebro que estamos saciados. Por eso, un descanso nocturno insuficiente suele conllevar hábitos alimenticios descontrolados (comer más a menudo, de forma impulsiva y alimentos menos sanos), lo que se traduce en un aumento de nuestro peso.

6. Previene problemas cardiacos y otras enfermedades. Los especialistas de la Sociedad Española del Sueño (SES) inciden en que la falta de éste, o un sueño no reparador, es un factor de riesgo asociado a diversos problemas cardiacos (como mayor riesgo de calcificación de las arterias coronarias o hipertensión), y otras enfermedades como diabetes, depresión y obesidad, además de provocar una disminución del rendimiento cognitivo, lo que empeora tu atención y memoria.