10 razones por las que debes seguir el Paris-Roubaix

 

Sí, el fin de semana se corrió esta clásica competencia, pero antes de darte los resultados, te decimos por qué deberías seguirla cada año y también seguir las 5 monumentales del ciclismo. ¡Pon atención!

 

1. Paris-Roubaix es por mucho la ruta más plana de los cinco monumentos del ciclismo (la más antigua, la más dura, y la más legendaria carrera de un día entre profesionales). Pero no dejes que eso te engañe: es la carrera más castigadora en el calendario. ¿La razón? Cerca de 53 kilómetros de camino alineado con adoquines, muchos de ellos tienen cientos de años. Estas piedras le dan identidad a la carrera, y aunque no lo crean, están en peligro de extinción.

2. La última vuelta es en un velódromo ya que a finales del siglo XIX el ciclismo de pista fue muy popular, y más en ciudades grandes en Europa (y Estados Unidos) que tenían velódromos. Roubaix abrió su cuarto inmueble en 1895, de acuerdo al historiador ciclista Peter Cossins. El antiguo velódromo ya no existe, pero uno construido a mediados del siglo XX, es la sede de la última vuelta de la carrera.

3. Eres aficionado a la historia ya que la Paris-Roubaix es conocida como “El infierno del Norte”, y no, no es por los adoquines. La carrera tuvo que suspenderse a causa de la Primera Guerra Mundial. Después de la guerra, la organización envió un pequeño equipo para checar la ruta, la cual, gran parte estuvo rodeada de uno de los campos de batalla más sangrientos. Esto le dio el sobre nombre a la carrera, porque también la guerra se llevó a dos campeones de la competencia: Octave Lapize y Francois Faber.

4. El lodo regularmente juega un papel determinante en la Paris-Roubaix, como muchas de las carreteras que son usadas principalmente por granjeros durante el año. Como resultado, a principios de abril las piedras están cubiertas con una capa de lodo muy resbaloso. Si está seco, el lodo se convierte en un ligero polvo que cubre a los ciclistas y sus bicis.

5. Cada sección de los adoquines tiene un nombre. Hay 27 en esta edición, y cada una tiene un rating de acuerdo a su longitud, la irregularidad de los adoquines, las condiciones generales del sector, y su ubicación dentro de la carrera. De estos 27 sectores, el más famoso tiene que ser el Trouée d’Arenberg que va por el bosque de Wallers. Esta tramo de 2.4km marca el inicio de una batalla en la carrera. Si quieres ganar, debes salir vivo de este espacio.

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6. Para un evento tan doloroso como Paris-Roubaix, ciclistas, staff, y patrocinadores del equipo tienen métodos efectivos para sortear el adoquín: cámaras para las bicicletas más amplias que son hechas a mano para evitar pinchaduras: cinta que pega los botes de agua y capas extra en la cinta para el manillar para proteger a los corredores. Este año podrías ver por primera ocasión los frenos de disco en la Paris-Roubaix.

7. Hay contendientes legendarios con una rivalidad intensa como la de Tom Boonen, que tiene cuatro victorias en su curriculum. Espera capitalizar su experiencia y su equipo muy fuerte de este año. Fabian Cancellara puede empatar a Boonen si gana el infierno del Norte. Ambos campeones tendrán que enfrentar a Peter Sagan, quien la semana pasada ganó en Flanders.

8. Miles de fanáticos se pasean por los 27 sectores de la Paris-Roubaix de adoquines. De hecho, con un buen conductor y un mapa, es muy fácil brincar a la punta de varias secciones de la carrera. Por supuesto, los fanáticos se vuelven más intensos conforme progresa la carrera. Sobre todo, hay que poner especial atención a los aficionados belgas. ¡Vaya que sí!

9. En esta carrera los retos no terminar en la línea de meta, por eso el trofeo de la carrera es muy característico, ya que el ganador recibe un adoquín completo. El reto aquí es levantar la roca para que salgas en la foto como si no hubieras recorrido más de 250 kilómetros en bicicleta.

10. Después de la carrera, la mayoría de los ciclistas se suben a autobuses de alta tecnología para tomar un baño caliente y cambiarse la ropa. Pero mucho siguen la tradición de tomar un baño helado en las regaderas del velódromo en Roubaix. Con placas de bronce que honran a los ganadores anteriores, dan un toque rústico, pero histórico.